Mayores: la importancia de un diagnóstico precoz

Las necesidades de las personas mayores, más aún en condiciones de dependencia y enfermedad, van más allá del manejo terapéutico de un diagnóstico exclusivamente médico; de ahí que necesitemos mejorar nuestra precisión diagnóstica a través de la valoración geriátrica integral, con la inclusión de un diagnóstico funcional, cognitivo y social.

A través de la valoración por un equipo multidisciplinar formado por enfermería geriátrica, fisioterapia, psicología, trabajo social y liderado por un médico especialista en geriatría, se establece un diagnóstico cuádruple que va a permitirnos: detectar problemas médicos, psicológicos y de movilidad del paciente; identificar áreas de mejora; y diseñar un plan de cuidados con recomendaciones para mejorar o mantener la autonomía y calidad de vida del paciente.

El objetivo principal de un diagnóstico multidimensional precoz es evitar la instauración de la dependencia funcional siempre que sea posible, y en caso de que no lo sea, establecer un plan de actuación para mejorar la calidad de vida de la persona mayor, evitando la progresión de la dependencia establecida, y/o aportando los recursos sociales necesarios (teleasistencia, ayuda domiciliaria, centro de día…) para asegurar la cobertura de todas sus necesidades.

¿CUÁNDO?

La pérdida de capacidades funcionales (dificultades para relacionarse, manejar el teléfono, realizar labores del hogar, o pérdida de autonomía en el autocuidado) pueden apuntar a la necesidad de realizar una valoración geriátrica integral. Detallamos a continuación algunos problemas específicos más prevalentes, que son susceptibles de mejoría a través de la valoración multidisciplinar.

Nutrición

El requerimiento energético en personas mayores se sitúa en 30 kcal/kg/día, para asegurar la energía necesaria para llevar a cabo una actividad física normal. La pérdida de peso, de apetito o la aparición de tos al beber líquidos pueden apuntar a la necesidad de una valoración geriátrica.

MEMORIA

El avance en la edad hace que nuestro cerebro se vuelva más lento, disminuyendo nuestra capacidad para aprender cosas nuevas. En algunos casos se pueden sufrir alteraciones leves de memoria. Estos “despistes”, si son leves y no van a más, estarían dentro del envejecimiento normal.

Hemos de preocuparnos cuando los problemas de memoria, atención, lenguaje o planificación se acompañan de algún cambio en las actividades sociales, disminución del rendimiento funcional de actividades instrumentales (dificultad en la realización de la comida, mal manejo de medicación y del dinero…) y, en el caso de una enfermedad más evolucionada, dificultad para el autocuidado (problemas con la higiene, errores en el vestido, incontinencia urinaria, etc.). También es una señal de alarma la aparición de trastornos psicológicos o conductuales en el contexto de la pérdida de memoria (agitación, agresividad, apatía, deambulación errática o delirios).

Limitación funcional

El deterioro funcional de instauración brusca está más relacionado con haber sufrido una fractura de cadera, un ictus, o un ingreso hospitalario prolongado; y precisa una rehabilitación precoz, orientada a evitar la instauración de la dependencia.

En el caso de un deterioro progresivo de nuestras capacidades físicas, tendremos que estar atentos a: el descenso en la velocidad de la marcha, es decir, si se tarda más tiempo de lo habitual, por ejemplo, en cruzar la calle; la disminución en la fuerza de prensión (caída de objetos de la mano); la dificultad para levantarse de una silla cinco veces sin usar los brazos; y la pérdida de equilibrio en la marcha, o caídas de repetición.

Para obtener más información o pedir cita, puede ponerse en contacto con IMQ Ayuda en el teléfono 94 442 57 39 o en imqayuda@imq.es

Vía: http://www.deia.com/2016/03/13/sociedad/mayores-la-importancia-de-un-diagnostico-precoz

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