Usted que lee estas líneas está envejeciendo, tenga la edad que tenga, 27, 35 o 50. Cada día, cada minuto de existencia, es un paso más hacia una etapa que, en la actualidad, se acostumbra a considerar una carga para el resto de la sociedad. Mientras la masa laboral desciende -y con ella los impuestos que se pagan-, aumenta la esperanza de vida -y con ella el número de pensiones que el Estado debe abonar-. Según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), en 2029 los hombres llegarán a los 84 años y las mujeres a los 88, casi dos décadas de vida para disfrutar una vez se ha cumplido la vida laboral. ¿Catástrofe u oportunidad?

En La Puebla de Montalbán, una pequeña localidad toledana, es gracias a un grupo de jubiladas voluntarias que 30 familias (110 personas, 50 menores) en situación de necesidad comen correctamente cada día de la semana. El comedor social de este pueblo es un proyecto de toda la comunidad, fomentado por las trabajadoras sociales de la localidad, apoyado por los vecinos y puesto en marcha gracias al esfuerzo de unas señoras que de ningún modo se sienten ni dependientes, ni viejas ni carga.

El edificio que sirve de lugar de entrega (las voluntarias cocinan y las familias llevan su propio recipiente para llenarlo de comida) fue antaño una guardería. Se pidieron los permisos necesarios, el Ayuntamiento colaboró y los fogones empezaron a echar humo. Un año después de que se inaugurara, las personas (en su mayoría mujeres) que acuden a por la comida del día, destacan que, además de los tuperwares llenos, se llevan de allí «respeto, apoyo, ánimo y cariño». El que reciben de Rufina (71), Hortensia (67), Nico (66) y Carmen (66), cuyas imágenes en plena faena acompañan estas líneas. Cuando se les pregunta qué necesitan, responden que «más gente en la cocina», cuando se les pregunta qué dejan de lado para sacar adelante el comedor social, algunas mencionan que también «tienen una madre a quien cuidar».

Dice Laura Ponce de León, profesora de Trabajo Social en la UNED y vocal de la Asociación Internacional de Ciencias Sociales y Trabajo Social (AICTS), recientemente creada, que «las mujeres pueden llegar a vivir hasta 30 años después de haberse jubilado, casi el mismo tiempo que dedicaron a trabajar, es decir, la vida laboral y la vida para disfrutar son ya paritarias».

¿Qué se puede hacer durante dos o tres décadas? De todo. Informática, gimnasia, participar en talleres de lectura, de memoria o de manualidades. Pero hay una actividad que sobresale: el voluntariado. «El análisis ha de ser de éxito, no de desastre. La democracia, el estado del bienestar, la seguridad económica y la mejorada cobertura sanitaria, además de la dieta mediterránea y el clima confortable, han permitido que la calidad de vida de las personas mayores aumente considerablemente, apunta Ponce de León. Esta trabajadora social incide en que es necesario que «el envejecimiento deje de asociarse con la dependencia porque no todos los mayores son dependientes», reclama que se atienda a una «situación nueva» y que se tenga presente que, en cuestión de senectud, «de 300 países sólo nos van a preceder Japón, Finlandia, Suecia, Italia y Alemania».

Una realidad que será presente en apenas 35 años. Según la institución HelpAge International, «para 2050 habrá más personas mayores en todo el mundo (de 60 años o más) que niños menores de 16 años por primera vez en la Historia». Hoy, «casi dos tercios de los 868 millones de personas en el mundo mayores de 60 años (62%) viven en países en desarrollo». Se espera que la proporción aumente hasta el 80% en 2050. En el índice global de envejecimiento de 2014-un informe que califica a 96 países según el bienestar económico y social de las personas mayores, España ocupa el número 21, por debajo de países de su entorno como Reino Unido (11), Francia (16) o Alemania (5), pero por delante de otros estados cercanos como Portugal (37), Italia (39) o Bélgica (27).

La presidenta de HelpAge International España, Isabel Martínez Lozano, destaca que «los datos del índice nos muestran que, en España, las personas mayores viven razonablemente bien, aunque

queda mucho por hacer para que vivan una vida segura, digna y saludable, mucho más teniendo en cuenta nuestros altísimos niveles de envejecimiento, que nos situarán a la cabeza del mundo».

Ese «mucho por hacer» pasa por cambiar los términos y, por tanto, también de ideas. Por ejemplo, según explica Eleonora Barone, la artífice de mYmO (Memory in Motion between Young and Old) -una iniciativa que trata de poner en valor la experiencia y el conocimiento de los seniors- «hay que dejar de usar expresiones como tercera edad y personas mayores o población envejecida». «No son viejos moribundos, o muy pocos lo son, son adultos mayores, así se les llama en Estados Unidos y en los países del norte de Europa. Se te considera viejo en cuanto dejas de trabajar, pero muchos dejaron de trabajar a los 55, no están sordos, ni usan bastón y, sin embargo, pasan de ser Don Miguel o no ser nadie, dejan de tener su sitio en la sociedad».

Desde que en España se instaló la crisis, han sido muchos los cambios en la vida de los adultos mayores. «Muchas personas han dejado su residencia para irse con su familia y aportar su pensión, pero sólo el 2% de los domicilios están preparados para asistir a un mayor, hay quienes renuncian a su medicación para ayudar a la economía familiar, o colaboran cuidando a los niños, ¿cuándo van a descansar?», se pregunta Ponce de León.

Asegura que «la crisis les ha afectado menos porque han ahorrado a lo largo de toda su vida», y que «la figura del mayor no es la de una persona dependiente o consumidora de recursos sino que está amortiguando los efectos de la crisis de diferentes maneras». Ejemplo de ello son las mujeres que sacan adelante el comedor de La Puebla de Montanar, y también el colectivo de los Yayoflautas, nacido al calor del 15-M. «No faltan quienes creen que deberíamos estar en un club de ancianos jugando al dominó en vez de estar protestando en las calles», dice Ovidio Bustillo, uno de sus responsables.

Un testimonio parecido aporta Ángeles Fernández, presidenta de la Asociación Provincial de Mayores y Pensionistas de Madrid, voluntaria en un sinfín de proyectos y organizaciones. «Si cobrara por algo… No sé si lo hago muy bien o soy muy tonta…».

Fuente: El Mundo

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